ORDESA y SOBRARBE Otoño 2007
©Pablo Torras. Country Sessions.

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ORDESA Y SOBRARBE. LA VARIEDAD DE LOS COLORES DEL OTOÑO

En un destino como el del bosque de hoja caduca en otoño, siempre hay que contar con la climatología. Es difícil encontrar un año en que el frío de las heladas, el viento o simplemente la lluvia te den la oportunidad de fotografiar y reflejar el bosque en todo su esplendor. Pero el Sobrarbe nos concedió este regalo para incitarnos a volver en más ocasiones.

Ordesa es Parque Nacional desde 1918, y tiene los honrosos títulos de Reserva de la Biosfera (1977) y Patrimonio de la Humanidad (1997). Entre medias ha recibido, como muestran orgullosos los aragoneses, los máximos galardones de la CEE “Diploma del Consejo de Europa a la Conservación”, que se conceden cada cinco años, y que el Parque ha conseguido en 1993, 1998 y 2003.

Pretender abarcar la belleza de un territorio tan extenso e intrincado es tarea imposible para un fin de semana, pero quisimos contribuir en el esfuerzo de sus habitantes por conservarlo para sucesivas generaciones. Éstos han luchando con una climatología de extremos contrastes de frío y calor que ha tallado al mayor macizo calcáreo de Europa Occidental, con desniveles en sus cumbres que recuerdan al atardecer a Cañones como el del Colorado, con valles glaciares en forma de U como los del Norte de Europa, o que han transformado las arrugas del agua de sus cumbres en filtraciones sobre tierra caliza, causa de sucesivas cascadas, a cual más espectacular por su belleza. En sus valles de frondosos bosques de hoja caduca, los árboles rivalizan por mostrar cada uno sus mejores galas de colores, dando origen a un conjunto armonioso de matices de ocres, rojos, amarillos, naranjas, verdes, dorados, etc., que no sólo muestran sus árboles, sino también quedan reflejados en el color de sus aguas.

La variedad de estos bosques destaca frente a otras zonas del país, en los que en tiempos no tan antiguos, predominaban las repoblaciones forestales de monocultivos para alcanzar un mayor y más rápido rendimiento económico. Éstos monótonos bosques, luego se han demostrado inútiles frente a las plagas o al fuego devorador que no encontraba ningún obstáculo. Además, al tener una recuperación más lenta, provocaban la degradación del terreno.

De ésta lucha desigual con una sociedad consumista y de malentendido progreso, son testigos una ristra de pueblos abandonados. Pero nos decidimos quedar con el sabor de boca de los irreductibles como Broto, Aínsa, Torla,… y de innumerables aldeas, en las que sus gentes en una tranquila tarde de otoño, salen a apurar los rayos de Sol por sus empedradas y estrechas calles, construidas así para enfrentarse a los rigores de los calores o el viento.

Entremezclados con los callejones, no es raro ver rincones donde niños y mayores salen a compartir juegos y buenos momentos, frente a puertas de madera con fechas tan antiguas como la de 1833. En sus floridos balcones también pudimos ver colgados los frutos de la cosecha, y en los cristales de sus ventanas vimos reflejados la variedad de los colores del bosque.

La ausencia de contaminación lumínica nos permitió hacer fotos nocturnas del pueblo y jugar con las imágenes del cielo estrellado de la noche.

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