laserraníadeCAZORLA Primavera 2007
©Pablo S. Torras . Country Sessions.

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De entre las salidas a Andalucía en primavera, enseguida barajamos la de Cazorla por la posibilidad de ver fauna salvaje. Cazorla no nos defraudó. Esta serranía del sur es un enclave privilegiado que aúna el clima benigno de la  primavera con la espectacularidad de la montaña, y que al ser declarada Parque Natural, permite ver una gran variedad de fauna, ya que también está considerado Reserva de la Biosfera y Zona Especial de Protección de Aves. Según la guía del Parque, podemos encontrar unas 280 especies de vertebrados (11 de peces 12 de anfibios, 21 de reptiles, 185 de de aves, y 51 de mamíferos). Está situado al nordeste de la provincia de Jaén y  con 214.300 hectáreas, es el Parque Natural más extenso de España. Incluso es más grade que algunas provincias, por lo que no podíamos plantearnos recorrerlo entero, y nos limitamos a la zona Sur del parque.

Ya el comienzo del día, nos regaló con la vistas de las Cabras Montesas en la entrada del parque, presagiando todo lo demás que íbamos a ver después. Durante largo tiempo observamos los saltos y cabriolas de las más jóvenes, la majestuosidad de los grandes machos en la sombra y su marcha al borde del precipicio, contrastando las flores que tenían a sus pies, con las edificaciones de los pueblos cercanos al otro lado del precipicio.

A continuación fuimos a ver si conseguíamos fotografiar el endemismo de esta zona llamado la lagartija  de Valverde, pero si bien no logramos nuestro objetivo, si vimos por el camino otro de los 34 endemismos de plantas dentro de las 2.170 especies de distintas plantas del Parque, la Violeta de Cazorla (viola cazorlensis), y disfrutamos con la flor del Jaro (arum italicus), con los Grillos posados sobre sus pétalos, las Salamanquesas, los Lagartos Ocelados, y los caprichos de la erosión sobre la rocas que se nos antojaron una sierra en miniatura.

El recorrido por los caminos forestales nos hizo rememorar los safaris fotográficos de África. Muy pronto, tuvimos al alcance del objetivo unos Zorros con toda suerte de poses para nosotros. Al igual que en los documentales sobre África veíamos como los guepardos se subían a los coches, para utilizarlos como oteaderos o se apostaban a su sombra para descansar, el descaro de los Zorros con que nos encontramos, se atrevía para buscar comida hasta con el maletero abierto del coche. Con un poco más de paciencia, pudimos ver también Muflones, Gamos, Ciervos y Ardillas. Sólo nos faltó poder asistir a la suelta del Quebrantahuesos, que aquí se están recuperando en cautividad para su posterior reintroducción.

Pero, sin duda alguna, la otra estrella de la jornada fue una familia de Jabalíes que acudía a los alrededores de un hotel, para aprovechar los despojos de la comida. A pesar de su aspecto similar al del cerdo doméstico, no hay que olvidar que son animales salvajes, y más de un susto se llevó alguno, cuando la madre de la manada marcó distancias temiendo por sus pequeños ante la proximidad de imprudentes turistas.

Durante todo este recorrido pudimos disfrutar de un paisaje que alternaba los bosques de  riberas de arroyos como el Borosa, las grandes vistas panorámicas de los pinares de picos como El Calar (1896), y las inmensas extensiones de olivares que cubrían el horizonte desde Burunchel y son seña de identidad de Jaén. No obstante, tiene alturas que oscilan entre los 650 m. sobre el nivel del mar  (Embalse del Tranco), hasta  las cumbres de Las Empanadas (2.107), El Cabañas (2.028), Las Banderillas (1993),), El Yelmo (1809). Es en esta serranía donde tiene su origen el Guadalquivir.

Para rematar la jornada paseamos por las calles y castillos de los pueblos de la zona. La Serranía de Cazorla, desde el punto cultural, también está considerada como patrimonio de la Humanidad. Tiene pinturas rupestres, y de la Iruela se reconocen restos del 3º milenio antes de Cristo, en la Edad del Cobre. Como toda serranía, sirvió de refugio a las distintas poblaciones y fue testigos de toda serie de batallas, por lo que fueron convertidos sus pueblos en pequeñas fortalezas ya desde los árabes, y hasta tuvo su protagonismo en la Guerra de Independencia. Representes de estas épocas son el Castillo de Yedra, en Cazorla, el Castillo de Quesada y la Fortaleza de los templarios en la Iruela. Aunque, como todas la poblaciones medievales, solamente lo intrincado de sus callejuelas y su inclinación, debido a los desniveles de la montaña, hacían difícil la invasión. Como contrapartida desde cualquier rincón que nos asomemos podemos ver todo el valle y quedar a salvo de los grandes diferencias de temperatura, por los calores del verano o los fríos vientos del invierno. Además, posibilitan todo tipo de pequeñas plazuelas llenas de flores que animan a la conversación entre vecinos.

Finalmente, llegó la noche, pero también nos ofreció su oportunidad. Pudimos fotografiar las siluetas recortadas de casas y castillos, y cómo no, el cielo estrellado, que echamos de menos los de ciudad, mientras escuchábamos los sonidos de la noche: el cantar de las ranas y las llamadas de las rapaces nocturnas. A la hospitalidad de sus gentes y su entorno no les podíamos pedir más.

 

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